Etiquetas y mitos
View more PowerPoint from Almu G. Negrete
Es un blog destinado a cumplir una función informativa y de comunicación referido a la temática de la estimulación como prevención.
Bebés con discapacidad | |
Masajes y caricias, el poder terapéutico del contacto (Parte 1) | |
Con los avances en estimulación temprana se ha podido comprobar la importancia del masaje y el contacto físico en bebés con discapacidad y su influencia en el desarrollo afectivo, cognitivo y motriz. Actualmente existen distintas técnicas como el masaje Shantala o el Shiatzu para bebés que, sobre la base del contacto afectivo, generan relajación y seguridad emocional, fortalecen el vínculo afectivo, estimulan la motricidad, el sistema inmunológico y favorecen las primeras conexiones neuronales. Recomendados además en bebés prematuros, abandonados o con bajo peso, las caricias y los masajes nos hablan del misterio que anida en los vínculos humanos y su potencial afectivo para transformar la realidad. | |
Dentro de las manifestaciones más comunes de un vínculo afectivo las caricias representan uno de los aspectos más comunes de intercambio y comunicación; sin embargo, la honda repercusión que pueden alcanzar dentro de la integralidad humana constituye un misterio que de a poco comienza a develarse de la mano de la ciencia. Así al menos lo demuestran numerosos estudios que han comprobado que los niños que no reciben el cariño necesario en sus primeros años suelen cargar con marcas físicas y psicológicas. Una investigación llevada a cabo en el año 2008 por científicos de la Universidad de Wisconsin-Madison, sugirió que el cariño y cuidado proporcionado en la infancia es “vital para la formación de patrones cerebrales asociados con el manejo del estrés y la formación de vínculos sociales”. A esta conclusión llegaron luego de comparar el desarrollo psicológico de niños que crecieron con sus familias biológicas con otro grupo de niños criados en orfanatos de Rusia y Rumania. Luego de analizar a los dos grupos descubrieron que los niños provenientes de orfanatos tenían niveles menores de dos hormonas que estarían relacionadas con la formación de relaciones humanas: la vasopresina y la oxitocina. De allí que los investigadores concluyeran que creen que la falta de cuidados tópicos en la primera infancia pudiera trastornar el desarrollo normal de esos sistemas hormonales. En este mismo sentido se expresan los resultados de una pesquisa llevada adelante por investigadores de la Universidad de Duke, quienes confirmaron que las caricias de los padres hacen una gran diferencia en la futura vida de los hijos, brindando una mayor capacidad de enfrentar la angustia, el estrés y la ansiedad. La prestigiosa Dra. en Psicología Martha Peláez, considerada una de las máximas autoridades mundiales en materia de análisis de la conducta, lleva décadas investigando acerca de la importancia del contacto físico entre padres e hijos. Los resultados son evidentes e innegables, señala. Para Peláez los beneficios de un contacto afectivo temprano son visibles e innegables, ya que se ha comprobado que la cercanía de los padres estimula inmediatamente el crecimiento y rápido desarrollo de los bebés prematuros, ayudándolos a salir más rápidamente de las incubadoras. Un estudio de Johnson’s Baby, coordinado por Peláez, demostró que el contacto cercano y constante con los bebés, desde el primer momento, fortalece el vínculo afectivo, aumenta la conexión emocional, influye positivamente en la evolución de su lenguaje, su autoestima y en la forma como se relacionará en el futuro con quienes lo rodearán. De allí que la experta insista en la importancia de las primeras formas de comunicación, es decir: las miradas, los sonidos, estar cara a cara y los masajes. Los masajes, a través de sus distintas técnicas, han sido especialmente recomendados para bebés con dolencias, prematuros o con discapacidades. Peggy Farlowe es una terapeuta de masaje y referente de la especialidad con niños con discapacidad en los Estados Unidos, tiene una experiencia de 30 años en la terapia del habla, y combina estas dos especialidades para ayudar a niños con necesidades especiales en los procesos de interacción y comunicación. Farlowe lleva adelante un programa para enseñar distintas técnicas de contacto y masajes que se encuentra patrocinado por el Estado de Alabama y asegura que los masajes pueden contribuir a mejorar la calidad de vida en bebés con dolencias como parálisis cerebral, Síndrome de Down, ADD y ADHA, asma, retrasos del desarrollo y del habla y autismo. Según Farlowe, los niños con síntomas de autismo han mostrado una mayor relajación cuando reciben masajes durante las actividades, más que aquellos niños que reciben otros métodos. Es así que los especialistas en trabajo corporal y masajes concuerdan en que a través de estas experiencias de relajación y contacto se refuerza el vínculo afectivo entre los padres y el bebé, fortaleciéndose la confianza y la comunicación, y logrando amplios beneficios físicos, como el estímulo del desarrollo pulmonar y mejorar la circulación, aliviar el malestar producido por los cólicos, liberar tensiones, ayudar a ganar peso y favorecer el sistema inmunológico. También se ayuda a lograr el adecuado tono muscular, estimulando la producción de endorfinas. Como podemos observar, no se trata de meras subjetividades ni de placebos, el contacto afectivo y los masajes pueden elevar notablemente la calidad de vida del bebé a través de un intercambio gratificante y de mutuo conocimiento para ambas partes, cuyo primer diálogo comienza en la piel. Los misterios de la piel La piel es un órgano maravilloso que cuenta con alrededor de 5 millones de receptores del tacto que envían impulsos nerviosos al cerebro a través de la médula. Entrar en contacto físico con la piel, ya sea a través de una caricia o de una ligera presión puede generar un imanto profundo en la presión sanguínea y liberar endorfinas, llamadas hormonas del bienestar, por su efecto analgésico y su estrecha relación con los estados de ánimo. De allí que a partir de la contención de un abrazo, las madres puedan disminuir la angustia e incluso el dolor físico de sus hijos. El neurocientífico británico Francis McGlone, de la Universidad de Liverpool, afirma que el sistema de fibras nerviosas de la piel que responde a las caricias, cuando es estimulado, puede disminuir la actividad de los nervios que transportan la sensación de dolor. McGlone y su equipo llegaron a esta conclusión al comprobar que hay fibras que responden a estímulos de placer, y que cuando son estimuladas, la actividad de las fibras conductoras del dolor disminuye. Al aumentar la circulación linfática y aumentar la producción de endorfinas, los masajes refuerzan además el sistema inmunológico y reducen los niveles de cortisol y norepinefrina, las hormonas del estrés, estimulando el vago, uno de los doce nervios craneales que regulan distintas funciones del organismo, controlando la secreción de la insulina y la glucosa, hormonas que intervienen en la absorción de nutrientes. En relación a este punto, varios estudios sugieren que los bebés prematuros que reciben masajes y caricias periódicos tienen mayor facilidad para aumentar de peso. En diversos estudios llevados a cabo en el Instituto de Investigación del Tacto de Miami (TRI), la especialista Tiffany Field pudo comprobar que los bebés prematuros que se sometieron al tratamiento de masajes fueron dados de alta seis días antes que los demás. Pero no sólo eso, las investigaciones del TRI (más de 50 estudios) han demostrado que los masajes tienen efectos curativos contra dolencias como: cólicos, hiperactividad, diabetes y migraña, fortaleciendo el sistema inmunológico de los seropositivos, mejorando la concentración de los niños autistas, reduciendo la ansiedad de adolescentes depresivos y ayudando a tranquilizar a pacientes que sufrieron quemaduras antes de someterse a intervenciones quirúrgicas sumamente dolorosas como el desbridamiento. Otro de los mayores divulgadores del masaje terapéutico e instintivo es médico pediatra y neonatólogo catalán Adolfo Gómez Papí, quien como autor, profesional en el Servicio de Pediatría del Hospital Juan XIII de Tarragona, profesor universitario y miembro del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría y del Grupo de Formación de la Iniciativa para la Humanización de la Asistencia al Nacimiento y a la Lactancia, se ha convertido en un ícono en la defensa de una maternidad más humana y de los vínculos afectivos e instintivos de los padres con los hijos. Gómez Papí plasmó sus valiosas experiencias en varios libros, siendo “El poder de las caricias”, una de sus obras más consultadas. En esta publicación, el especialista defiende el sumo valor y explica claramente que el contacto piel con piel es imprescindible para el desarrollo emocional y social de los niños. “Una parte muy importante de la comunicación del recién nacido con sus padres ocurre a través del tacto. El recién nacido dispone de unos cincuenta receptores del tacto por centímetro cuadrado de piel (unos cinco millones en total). Entre ellos hay receptores a la presión, al dolor, a la vibración y a los cambios de temperatura. Con solo tocar a su hijo la madre es capaz de conseguir que éste pase del llanto o de la alerta inquieta a estar tranquilo. Es el poder de las caricias. Cuando le toma en brazos, siente esa presión agradable, firme pero cariñosa, el calor de su madre, en definitiva, su amor, a través de su piel”, afirma Gómez Papí en su libro. Para el especialista, desobedecer el mandato intuitivo de contacto y consuelo que experimentan los padres, sobre todo la madre, ante las demandas del bebé, es un grave error que viene arrastrando la medicina contemporánea, que se diferencia de otras culturas como la japonesa y la hindú que promueven el contacto y la estimulación constante. “El tacto es un sistema de mensajes entre el bebé y sus padres. Las caricias suaves, como palmaditas lentas, ejercen un poderoso efecto calmante sobre el bebé inquieto; las rápidas, un efecto estimulante si el bebé está tranquilo o adormilado. El padre tiende a tomar a su hijo en brazos con más vigor que la madre y suele zarandearlo suavemente, obteniendo una expresión de felicidad y de excitación en su pequeña cara. En las manos y alrededor de la boca es donde más se concentran los receptores táctiles de los recién nacidos, que se chupan el puño porque la succión de éste con los labios (muy ricos en receptores táctiles), les calma. Si les rozas las mejillas, se giran hacia el estímulo abriendo mucho la boca: es el reflejo de búsqueda. Y con los labios succionan el pecho materno mientras sus manitas lo acarician y abrazan” En Estados Unidos, otra férrea defensora del masaje infantil es Judy Stahl, ex-presidenta de la Asociación Americana de Terapia de Masaje, quien ha luchado durante muchos años para que se acepten los beneficios terapéuticos de los masajes. En su tesis de maestría en consejería y psicología “Touch Therapy in Enhancing Psychological Outcomes”, Stahl asegura: “Todos los días veo evidencia práctica que respalda la investigación que demuestra la poderosa y crítica función que tiene el tacto en la mente/cuerpo”. Debido a los beneficios que ha podido comprobar durante su carrera, Stahl también suma, durante la práctica psicológica, la terapia táctil y la conversacional, lo cual dice que ha ganado en efectividad. “Los consumidores entienden que el masaje terapéutico es fundamental para un sano equilibrio entre el estrés y la relajación, y nos complace ver que están priorizando el masaje para ayudarles a superar estos tiempos difíciles”. Efectos concretos del masaje en bebés con discapacidad La Universidad de Warwik, en Gran Bretaña, es uno de los espacios académicos donde más se ha investigado en cuanto a los beneficios comprobables que aportan los masajes y el contacto afectivo. En uno de sus tantos estudios se pudo comprobar que los bebés que reciben masajes tienden a visitar a los pediatras menos veces que los bebés a los cuales no se les practican masajes. Ahora bien, ¿qué factores entran en juego para lograr semejantes resultados? Para los especialistas, la práctica regular del masaje y la contención afectiva resulta beneficiosa tanto para los niños vulnerables como los prematuros y para sus padres, comprendiendo las ayudas: - Alivia los cólicos, gases y estreñimiento. - Mejora la calidad del sueño. - Genera relajación y seguridad emocional. - Fortalece recíprocamente el vínculo afectivo. - Estimula la motricidad. - Ayuda a mejorar la autoestima de los padres. - Reduce el índice de depresión postparto. - Ayuda a tener confianza para manipular al bebé. - Afina los instintos para determinar las necesidades del bebé. Por su parte, en su ensayo “Efectos terapéuticos del abrazo y la caricia en la infancia”, el Lic. Iván Salas Dahlqvist, especialista peruano en psicoterapia infantil y biodanza, sostiene que los abrazos y las caricias pueden aportar beneficios inconmensurables, como ser: - Mejorar las condiciones para la adquisición del lenguaje (contribuye al desarrollo neurobiológico). - Mejora general en el sistema inmunológico incluyendo en la calidad de hidratación de la piel. - Ayudar en la primera etapa de la vida, desarrollando una integración entre los afectos y la motricidad. - El abrazo desarrolla y ancla en la mente y el cuerpo la confianza. Estimula patrones de afectividad y vínculo, que refuerzan la identidad, esto es, el sentido del quién se es o sentido de pertenencia. - Aumentar el sentido de autoprotección, ingresado en primer lugar, a partir de experiencias previas de protección (abrazos protectores reiterados de parte de los adultos). En esta dirección, siembra las bases no verbales de la autovaloración (es el abrazo que dice, te valoro y respeto a tu particular y distinta forma de ser, hacer y estar en el mundo). - Crear en el niño una visión íntegra y respetuosa de su cuerpo y su naturaleza plácida. Creando las bases de una personalidad armoniosa. Fuente: |
No hay diferencias en los procesos de adquisición del lenguaje y de las habilidades comunicativas entre los niños normales y aquellos con SD, aunque los procesos sean más lentos en estos últimos. Atendiendo a los problemas que causan esta demora, es posible que lenguaje y comunicación mejoren notablemente. | |
No hay una planificación ni una intencionalidad en el bebé, que, desde el momento en que nace (e incluso antes, podría decirse que desde el instante en que se gesta), comienza una interacción con el medio que lo circunda, estableciendo un proceso de intercambio de información. Sí existe una programación genética en ese sentido, pero que necesita de otros, sobre todo los adultos, para que se desarrollen lenguaje y comunicación. El lenguaje es totalmente arbitrario y, por lo tanto, convencional. Prueba de ello es que existen muchos idiomas distintos, que nominan diversamente los mismos conceptos, aunque no hace falta remitirse a ello para comprobar que en el vocablo “casa”, por ejemplo, no hay nada que haga referencia directa a lo que entendemos como tal. Es por ello que cada uno de los morfemas (unidad mínima de sentido) se van aprendiendo de a uno, haciendo stock. Luego vienen las combinaciones tácticas (gramática, sintaxis), que los ordenan y combinan, para lo que se requiere un grado madurativo mayor para captar e internalizar las reglas combinatorias. A su vez, la comunicación implica no solamente las habilidades lingüísticas, sino todo otro universo de elementos que cargan de sentido a la simple emisión fónica, que comprenden componentes culturales (no nos representamos del mismo modo “casa” nosotros que un esquimal, por poner un ejemplo extremo), sociales, contextuales, emocionales, etc., que requieren la utilización de un código común para poder establecer una dialéctica. También los gestos, el tono y la intensidad que suelen acompañar la emisión, además de las palabras nudas, varían los significados e intervienen en el proceso comunicativo. Como podemos apreciar, eso que está naturalizado en nosotros y a lo que, salvo por problemas puntuales, no prestamos atención, es, en realidad, un proceso complejo (incluso, mucho más de lo descripto hasta aquí), que lleva buena parte de nuestros primeros años para reducir al mínimo la ambigüedad propia del lenguaje y de la comunicación y permitirnos una interacción significativa con nuestros semejantes. Las competencias en estas áreas varían de uno a otro individuo, incluso, en ocasiones, notablemente, pero, en general, la mayoría alcanza un nivel “normal”, es decir, aquel que nos permite comprender y ser comprendidos sin grandes problemas. Pero también existen distintas patologías que comprometen esa capacidad innata. Las personas con SD suelen ver afectadas ambas áreas. Una adquisición normal, pero enlentecida Contra lo que vulgarmente se supone, la adquisición del lenguaje y de las destrezas comunicativas en los niños con Down sigue exactamente los mismos parámetros que los de los que no lo portan. Esto implica que las etapas se cumplen en idéntica secuencia, aunque desde el comienzo se nota un enlentecimiento, que es progresivo a medida que los requerimientos se complejizan. La primera forma de interacción del bebé con intención comunicativa es el cruce con la mirada de su madre, lo que comienza alrededor del primer mes de vida y llega a su máximo en los 2/3 meses, para luego ceder espacio a otras formas. En los bebés con Down, suele comenzar alrededor de los 2 meses y su cénit se produce hacia los 6 o 7 meses. A su vez, la etapa de las reduplicaciones silábicas (“tata”, por ejemplo) se produce entre los 6 y los 10 meses para ambos, aunque se observa que en los pequeños con SD hay menos vocalizaciones. Asimismo, el respeto por los turnos de intervención, que usualmente se inicia hacia finales del primer año, en los que portan SD lo hacen recién en la segunda mitad del segundo año de vida. Por su parte, en el aspecto de la simbolización, los niños atraviesan una instancia anterior a la palabra, que es la internalización contextual de los símbolos que representan a las cosas para reemplazar los objetos o sus clases por sus signos, sean gestuales o vocales. En el desarrollo normal, alrededor del año se producen las primeras producciones onomatopéyicas para señalar algunos objetos. En los SD, se retarda su aparición y también se señala una tendencia a la alternancia de estos con lenguaje no verbal, el que, además, muestra déficits. Otro aspecto a considerar es que las demás etapas (comprensión de palabras sueltas, 11/12 meses; producción de las primeras palabras, 12/18; complejización de la construcción de frases, 18/36 meses; adquisición completa de lenguaje básico, 36/54 meses), igualmente presentan demoras y dificultades. Es para destacar que, así como en los niños considerados normales el rango temporal puede variar, lo mismo ocurre con los niños con Down, dependiendo de distintas variables que concurren en el síndrome, así como de aquellas otras que tienen que ver con el entorno. Problemas neurológicos y retraso mental Como señala Jesús Flórez en diversas publicaciones, en este síndrome hay una alteración generalizada del sistema nervioso central, con afectación de las neuronas y de los procesos de comunicación interneuronal, junto con un menor volumen cerebral, y algunas deficiencias del funcionamiento de distintos lóbulos. Este conjunto, junto con otras problemáticas, conduce a que el tiempo de respuesta del cerebro a los estímulos provenientes del exterior sea mayor. A su vez, si bien en diverso grado, ello conduce a que las personas con SD presenten cuadros de retraso mental, con cierto compromiso cognitivo, lo que también conspira contra la posibilidad de comunicación, puesto que muchas de las habilidades intelectivas que se requieren en el proceso comunicativo se hallan dificultadas. Distintos estudios realizados dan cuenta de que los impedimentos son más notables en el campo de la expresión que en el de la comprensión, es decir que una persona con el síndrome entiende mucho más de lo que es capaz de emitir, sobre todo cuando la información que recibe es expresada en forma clara y sencilla. Se presume que ello se debe a que la desorganización neuronal en las áreas de Broca y de Wernicke o de la comunicación entre ambas resulta en una perturbación de la capacidad para codificar el lenguaje. Una vez completado el acopio básico de los elementos necesarios para establecer la comunicación oral, lo que se produce tardíamente (es posible que se llegue a finales de la infancia o comienzo de la adolescencia para hacerlo), las personas con Down suelen ser capaces de transmitir eficientemente sus mensajes verbales. De todas maneras, antes de ello, en general, también pueden hacerlo mediante la combinatoria de lenguaje oral y gestualidad, pero a partir de entonces son capaces de poner en palabras lo que quieren expresar. Sin embargo, y siempre dependiendo de cada sujeto, puede existir cierta vacilación e inadecuación en el uso de las reglas morfo-sintácticas, lo que se evidencia por la utilización de frases cortas, la evitación de tiempos verbales complejos y de oraciones subordinadas, además de problemas de articulación de los sonidos. Problemas de orden somático Además de los problemas de retraso de distinto grado, existen otros impedimentos que dificultan la capacidad de comunicación de estas personas. Una característica notoria y generalizada del SD es que quienes lo portan padecen de hipotonía, es decir una disminución en el tono muscular. Además de otras muchas dificultades, ello afecta la forma de emisión vocal, puesto que, sobre todo en los casos más extremos, no siempre logran una buena articulación, puesto que los músculos involucrados (muchos de los cuales se comparten con la función de deglución) carecen de un funcionamiento adecuado, lo que frecuentemente distorsiona o dificulta algunos sonidos o combinaciones de ellos. También aportan en este sentido las dificultades respiratorias que acompañan en muchas ocasiones al síndrome. Otro elemento que conspira tanto contra la adquisición del lenguaje como contra las habilidades comunicativas es que alrededor del 67% de los que tienen SD presenta algún tipo de pérdida fluctuante de la audición por distintas patologías que afectan la capacidad de captar correctamente los sonidos. Ello resulta en un impedimento serio, puesto que la oralidad se internaliza a partir de la imitación. Si este proceso no puede realizarse correctamente, ello afecta y retrasa todo lo que tiene que ver con lenguaje y comunicación. Por su parte, más del 60% de estas personas presenta problemas visuales (esotropía, miopía, hipermetropía y cataratas suelen ser los más comunes). Si tenemos en cuenta que la primera forma de comunicación es a través de la mirada y que los objetos físicos requieren de su individualización para luego realizar todo el proceso de simbolización que lleva a la adquisición del lenguaje y a la comunicación verbal, se advierte que el compromiso del campo visual coadyuva al retraso en el logro de la internalización y de la expresión correctas. También algunas malformaciones, como las relativas al paladar y las bucales, en general (problemas de ortodoncia), aportan para que se sumen causas para las dificultades que experimentan estas personas en las áreas del lenguaje y de la comunicación. Detección temprana, tratamiento y estimulación La detección temprana, en cualquier tipo de patología, es siempre clave respecto de las posibilidades de mejora. En este caso, en lo referente a lenguaje y comunicación, también, puesto que la fijación de las pautas que los hacen posible comienza prácticamente desde el inicio de la vida. Lo primero a despejar son las asociadas a audición y visión, teniendo en cuenta, por ejemplo, que algunas otitis que limitan seriamente la capacidad auditiva, como las que se alojan en el oído medio, suelen ser asintomáticas. En general, en los niños pequeños resulta difícil el diagnóstico de las alteraciones en los campos visual y auditivo; pero como se conoce la alta incidencia del Síndrome de Down en estos aspectos, quien atienda al bebé debe buscar los síntomas que las denuncian. A su vez, las malformaciones en el área bucal son detectables casi a simple vista. Se corrigen con diversos tratamientos y procedimientos quirúrgicos, aunque muchos de ellos requieren la maduración del paciente para su implementación. También es necesario atender a los problemas musculares, para fortalecer los músculos en general y particularmente los que intervienen en la fonación, lo que también aprovecha para la deglución. Finalmente, existen tratamientos logopédicos que ayudan al equilibrio de las funciones y los órganos implicados en el proceso del habla: respiración, masticación, deglución y articulación, que requieren que el niño tenga los elementos suficientes del habla y de la comprensión para que sea efectivo. Usualmente, mejoran notablemente las habilidades comunicacionales de los sujetos, de acuerdo con las posibilidades de cada uno. Otro aspecto de vital importancia es la estimulación. Durante los primeros años, los estímulos que provienen del exterior ayudan a establecer mayores y mejores conexiones sinápticas, lo que redunda en una gama mayor de posibilidades a nivel cognitivo y comunicacional. En los niños con Down esto es igualmente cierto, al punto que en los casos de aquellos que han terminado las etapas de escolarización posibles y que terminan encerrados en su hogar, con un entorno poco estimulante, es muy frecuente que se produzca una involución de sus capacidades lingüísticas y comunicativas, mientras que, los que gozan de una estimulación abundante desde el principio suelen mostrar progresos constantes. Para finalizar Las causas que entorpecen la adquisición del lenguaje y la comunicación en quienes portan SD obedecen a una interacción de diversos elementos, como vimos, que involucran desde aspectos fisiológicos hasta otros de orden cognitivo. Existen muchas otras características (pobreza semántica, vocabulario automático, verborrea, dislalia, disfemia, farfulleo, taquilalia, mayor dominio del lenguaje escrito que del hablado, escasa creatividad lingüística, problemas de integración de la información, estereotipias, dificultades en el juego simbólico y una larga lista de etcéteras) derivadas de las principales señaladas. Lo que debemos tener en cuenta es que, salvo en casos muy extremos, las personas con Síndrome de Down pueden mejorar lenguaje y comunicación (y su lugar en el mundo) no solamente con los tratamientos, que son necesarios, sino con el lugar que les demos, con la atención que pongamos en ellos. Desde un punto de vista egoísta, brindarles estímulos y ayudarlos a superarse no sólo los ayuda a ellos, sino también a nosotros. Fuente: |